“El verdadero poder de la música radica en el hecho de que puede ser fiel a la vida de los sentimientos de un modo en que el lenguaje no puede serlo”.
Susanne Langer
Si hablamos de la música como herramienta terapéutica, estamos hablando de musicoterapia. La musicoterapia es una disciplina terapéutica cuya práctica se viene desarrollando en hospitales, instituciones, consultorios y centros de salud, de nuestro país y de todo el mundo desde hace más de 30 años. La intervención se realiza a partir del uso de recursos no verbales: el sonido, la música y la expresión a través del cuerpo, que le imprimen identidad y la diferencian de otras disciplinas en donde la palabra suele ser el recurso terapéutico por excelencia.
Todas las personas vivimos inmersas en un mundo sonoro (incluso antes de nacer, en el vientre materno); un mundo sonoro que no solo nos atraviesa sino que va construyendo —como parte de nuestra personalidad— una identidad sonora única y original emergente de las experiencias musicales que heredamos y vivenciamos a lo largo de toda nuestra vida.
La musicoterapia interviene a partir del potencial creativo que cada persona tiene con el fin de generar procesos musicales tendientes a mejorar la calidad de vida. Esta capacidad creativa se despliega a través del hacer de los pacientes, es decir, a partir de procesos sonoros que tienen lugar en el marco de la exploración, la improvisación, la producción y la recreación con instrumentos musicales, con la voz y con el movimiento.
La musicoterapia propicia entonces nuevas formas de comunicación y la expresión de emociones, sentimientos y conflictos que son elaborados en un espacio de juego y creatividad.
Se cae muchas veces en el error de asociar la musicoterapia con la educación musical. Sin embargo, esta última tiene como meta lo estético y el producto musical en sí, cargado de valor y consensuado por el entorno social que se apropia de él como objeto puramente artístico.
La musicoterapia, en cambio, si bien utiliza la música como uno de sus recursos y la privilegia también como medio de expresión, focaliza su atención en los procesos de hacer música de sus pacientes y en los cambios que se van produciendo a medida que transcurre el tratamiento. Todo ello es posible a partir de la intervención de un musicoterapeuta profesional capacitado no solo para analizar e interpretar las producciones sonoras y corporales, sino también para tomarlas como instrumento diagnóstico y posibilitar la orientación de un tratamiento acorde a cada sujeto y a cada necesidad.
Resulta también pertinente derribar el mito acerca de la música y sus efectos “mágicos”, pues se suele pensar a la musicoterapia como una práctica esotérica, carente de rigor científico. La música no tiene eficacia en sí misma, NO CURA milagrosamente. Por eso hacemos hincapié en la aplicación profesional de la música, metodológica y sistemática, ética, única forma en que los pacientes pueden iniciar procesos de cambio para alcanzar una mejoría o bienestar general.
El abordaje musicoterapéutico no es invasivo, pues no trabaja directamente sobre los déficits, es decir, utiliza las potencialidades y los recursos del paciente para propiciar un espacio seguro y contenedor que permita la desinhibición y la libre expresión.
La instauración de un vínculo con el musicoterapeuta y la apertura a nuevas formas de comunicación, son los primeros pasos para iniciar el tratamiento. El uso del lenguaje musical conecta al sujeto —en forma directa— con sus aspectos afectivos y emocionales, favoreciendo así la emergencia y la reelaboración de conflictos a lo largo del proceso musicoterapéutico.
La práctica musicoterapéutica se implementa en niños, adolescentes, adultos y en tercera edad. Se desarrolla en tres áreas: la prevención, la asistencia terapéutica y la rehabilitación, trabajando en forma independiente así como también integrando equipos interdisciplinarios.
Lic. Raquel Gómez – Equipo Red Musicante
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